La caspa es traicionera y puede confundirse con otras afecciones. Por eso es tan importante un diagnóstico correcto. Estos son unos ejemplos de “falsa” alarma.
La dermatitis seborreica
Es muy común y similar a la caspa. También aparece en las zonas donde hay pelo pero se diferencia en que causa inflamación y enrojecimiento de la piel. Además, las partículas desprendidas son grasas y amarillentas.
La psoriasis
Se diferencia de la caspa por tres factores: el primero es que causa una inflación; el segundo, que no tiene forma difusa, sino de placas con límites bien definidos; el tercero, que las escamas son menos numerosas, más grandes y se adhieren con fuerza. Además, pueden dejar heriditas y aparecer en zonas del cuerpo que carecen de pelo.
Y, mmm, ejem… Sí, ellos también… Los terribles piojos
Dos factores los delatan con facilidad: el picor, que se concentra en la nuca, detrás de las orejas y en las zonas más cálidas del cuero cabelludo, y el hecho de que, mientras la caspa se desprende con cierta facilidad, las liendres se agarran con fuerza a la base del pelo. Una vez se haya averiguado cuál es el problema ante el que nos encontramos, si se trata realmente de caspa, habrá que distinguir de qué tipo es, ya que no toda la caspa es igual. Depende de la naturaleza del cuero cabelludo donde se desarrolle.
Seca
Se desprende con facilidad de la piel, en placas pequeñas y volátiles que van a parar a los hombros. Es la que menos problemas plantea a la hora de tratar, y cualquier champú que reequilibre la flora le resultará beneficioso.
Grasa
Se queda adherida al cuero cabelludo debido a la presencia de grasa, por lo que resulta más difícil de eliminar que la seca. Puede llegar a formar una capa que dificulte la oxigenación de la piel y la irrite aún más, empeorando la situación. Por eso se necesita productos específicos que, además de la caspa, combatan los problemas de seborrea.
