Muchos padres se obsesionan con los niños al darles cariño y motivarles. Cierto es que es importante que éstos sepan que sus padres los quieren, que están ahí y que son lo más importante que les ha pasado, pero esto es un arma de doble filo. Al estar encima del niño todo el tiempo, éste pierde su autonomía y se convierte en un niño mucho más dependiente de sus padres, algo que en un futuro no le favorecerá y terminará por mermar la confianza en sí mismo.
Asimismo, igualmente importante es aislar al niño de escenas que pueden producirle temores o miedos, como pueden ser las disputas de los padres. Un niño necesita un ambiente de plena armonía para ser feliz, puesto que algunas de estas circunstancias alteran su sensibilidad y tranquilidad, convirtiéndolo en un futuro adulto inseguro y lleno de temores.
Por tanto, concluímos que tan importante es proteger al niño de situaciones y peligros para su tranquilidad, como evitar ahogarle con tanta sobreprotección. El clima ideal se dará en aquéllos hogares donde reine el diálogo, donde los sentimientos se digan sin pudor y donde el niño tenga libertad para asumir sus propios riesgos sabiendo que cuenta siempre con la confianza y el amor de sus padres.