La apnea del sueño puede afectar tanto a niños como a adultos y consiste en una interrupción de la respiración rítmica nocturna, de mayor o menor duración, que se produce por la obstrucción parcial de la vía aérea que interrumpe la ventilación normal y altera el sueño.
El origen del problema está en la disfunción de la faringe durante el sueño. Esto puede deberse a alteraciones anatómicas, funcionales o neurológicas. En el caso de los niños, los factores más frecuentes son:
- Aumento del tamaño de las amígdalas y adenoides.
- Obstrucción nasal intensa.
- Laringomalacia (cartílagos laringeos blandos).
- Malformaciones congénitas.
- Obesidad.
El síntoma más notorio es el ronquido y junto a este, se detectan pausas respiratorias con diferente intensidad y duración. También se puede detectar aumento del esfuerzo respiratorio, sueño intranquilo, posturas anormales al dormir y sudoración. Como consecuencia de un mal descanso, aparecen síntomas diurnos, como pueden ser las cefaleas, el cansancio permanente, el bajo rendimiento escolar, déficit de atención y sueño durante el día. Estos niños suelen presentar también sequedad bucal, halitosis o infecciones frecuentes de las vías respiratorias.
El diagnóstico pasa por la revisión en el pediatra y la valoración por parte del otorrinolaringólogo. El especialista puede utilizar pruebas específicas.
En cuanto al tratamiento, la causa de la apnea determinará cuál es el más indicado. Normalmente se trata la congestión y obstrucción nasal la disminución de la congestión infección o inflamación de las estructuras linfáticas faríngeas y, finlamente, la extirpación de las amígdalas y las adenoides.
Es importante tratar este problema, ya que si el niño no puede descansar correctamente puede pasar por leves trastornos e incluso consecuencias más graves. Por ejemplo, un bajo rendimiento escolar, somnolencia o trastornos en el desarrollo y crecimiento. Todo esto se debe a una baja oxigenación de la sangre, perjudicando el desarrollo neurológico.